Cuando pienso en mis objetivos, es fácil sentirse abrumado.
Al igual que con mi primera venta de seguros, pienso en todos los "y si...". ¿Y si no puedo contratar a suficientes personas cualificadas? ¿Y si no consigo ventas suficientes? ¿Y si el mercado de seguros se hunde?
Podría dejar que esos pensamientos me desviaran y me mantuvieran en un pequeño capullo seguro. Pero como estoy comprometido al cien por cien con mis objetivos, me he entrenado para superar el miedo. Mi atención se centra constantemente en el futuro y en lo que puedo crear.
Pienso en lo que ocurrirá si logro mis objetivos. Avivo el fuego de mi propósito, y eso cambia mi enfoque del miedo a la posibilidad.
Dejar tu zona de confort es el precio.
Si no te sientes incómodo e incluso asustado, probablemente no te estás exigiendo lo suficiente.
La comodidad te mantiene estancado. La comodidad te mantiene aislado y seguro. La comodidad te da más de lo que tienes ahora mismo. Por eso debes buscar la incomodidad y el miedo.
Nuevas acciones significan nuevos miedos.
Cada vez que haces algo por primera vez, te va a poner a prueba y potencialmente te va a causar miedo.
Eso es natural. Es tu mente tratando de mantenerte a salvo de una amenaza desconocida. Pero debes entrenarte para resistir. Sólo entonces se disipará el miedo. Mientras crezcas, seguirás enfrentándote a lo desconocido. Y mientras te enfrentes a lo desconocido, sentirás miedo.
Terrenos desconocidos.
Cuando recuerdo la primera venta de una póliza de seguros que hice, estaba aterrorizado. No sabía lo que estaba haciendo.
Tenía miedo, pues me estaba aventurando en terreno desconocido. Así que lo combatí haciendo los deberes. Aprendí todo lo que pude sobre los seguros de salud y vida. Hablé con vendedores más experimentados. Hice todas las preguntas que se me ocurrieron para averiguar por qué pensaban que ciertas operaciones eran buenas y otras malas. Miré cientos de contactos.
El miedo es un mentiroso.
A medida que avanzas hacia tus metas y sueños, sentirás miedo.
Pero debes recordarte a ti mismo que procede de una realidad imaginaria. El miedo, en su mayor parte, lo provocan las emociones, no el pensamiento racio-nal. Y las emociones, aunque reales, sólo pueden hacerte daño si permites que te distraigan de tus objetivos. La mayor parte de lo que tememos nunca llega a suceder.
Utiliza el miedo como guía.
En lugar de ver el miedo como una señal para detenerte o para dar media vuelta y retirarte, debes seguir adelante con una acción masiva. Según mi experiencia, ésta es la única forma de enfrentarse al miedo.
Por ejemplo, si tienes miedo de llamar a un cliente, es una señal para que cojas el teléfono y le llames, inmediatamente. Temas lo que temas, hazlo inmediatamente.
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